La leyenda del jinete sin cabeza aunque en realidad no

El Rey Enrique II de Francia era un ávido cazador y un gran fanático de las justas (deporte medieval en donde van dos tipos sobre caballos y se pegan con unas lanzas largas).

Corría el 30 de junio de 1559 y la nobleza había organizado un torneo de justas para celebrar el matrimonio de la princesa Elizabeth de Valois, pero el Rey no debía participar por un aviso que había recibido del ocultista Michel de Nostradamus.
Todos alguna vez escuchamos hablar de Nostradamus y en general nos parece un chamuyo porque en esa época se creían cualquiera. Igualmente acá está la transcripción (aproximada) de lo que decía la estrofa que había escrito:


El león habrá de vencer al viejo
en el campo de guerra en una sola batalla
Él perforará su ojo en una celda de oro
Este es el primero de dos roces, luego muere en una cruel muerte

...o algo así. La cuestión es que Enrique II participó en la justa de todos modos y una vez en la pista fue herido de muerte. La lanza de su oponente perforó el casco dorado del rey, le cegó el ojo derecho y penetró su órbita y su sien, alcanzando el cerebro. La muerte no fue instantánea, de hecho tardó once días en llegar (estamos hablando del siglo XVI, imagínense el dolor que debe haber sufrido). Los médicos y físicos de la época no pudieron hacer nada, después de cuatro días de ser herido comenzó a tener fiebre. Todo el costado derecho del Rey se paralizó y más tarde comenzó a convulsionarse hasta que murió sin poder respirar. La profesía se había cumplido al pie de la letra, Nostradamus adquirió verdadera fama de astrólogo y todos los demás comieron perdices, eheheh!

Era medio afrancesado

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